Por Cristhian Jaramillo*

Los partidos políticos juegan un rol central en la democracia pues agrupan intereses, preocupaciones y necesidades de la ciudadanía en propuestas y planes para que, con representantes dentro del Ejecutivo o Legislativo, se creen políticas que respondan a dichas demandas. Estas organizaciones juegan un rol central en los sistemas políticos competitivos (Schattschneider & López, 1964) y la misma importancia que poseen los partidos también se presentan en las reglas que los configuran.

A este sistema de reglas que facilita la conversión de votos en escaños o cargos se le conoce como sistema electoral. Cada país adopta diferentes tipos de sistemas electorales y la combinación de estas reglas determina qué partidos son elegidos, con cuántos escaños, qué nivel de representatividad poseen y cómo el poder se distribuye (Nohlen, 2004; Norris, 2011). El sistema electoral afecta incluso al número de organizaciones inscritas, su cohesión, su disciplina interna, su financiamiento y demás actividades (Zovatto & Aguilar, 2013).

De todos estos aspectos, uno de los más relevantes es la manera en que el sistema electoral determina la constitución de listas y la forma en que el elector debe elegir a sus representantes. Sobre ello, Nohlen (2004) clasifica los tipos de listas usados en los diferentes sistemas electorales que pueden dividirse en:

  • Lista cerrada y bloqueada: en la cual las candidaturas que integran la lista se presentan mediante un orden preestablecido por la organización política y el voto se dirige exclusivamente a esta última.
  • Lista cerrada y desbloqueada: en la que la lista tiene un orden determinado por la organización política, pero el elector o electora, haciendo uso del voto preferencial, puede escoger candidaturas individuales dentro de una lista.
  • Lista abierta: el elector o electora puede escoger cualquiera de las candidaturas entre las listas propuestas.

Como es evidente, el tipo de lista que adquiera un país tendrá una inmediata consecuencia en la relación entre el candidato o candidata, el partido político que lo o la postula y la ciudadanía (Ayala & Mas Castillo, 2017). De estos tres modelos, el voto preferencial, presente en los sistemas que permiten las listas cerradas y desbloqueadas, es el que se emplea en países como Perú, Ecuador, Brasil, Chile, Panamá, Colombia y El Salvador (Reformas políticas en América Latina, 2020).

La historia del voto preferencial en el Perú comienza en 1978 cuando se empleó por primera vez para la elección de la Asamblea Constituyente de ese año. Luego, y con la instaurada Constitución de 1979, las elecciones de 1980 se produjeron mediante el sistema de lista cerrada. No obstante, este procedimiento cambiaría en 1985 retornando al voto preferencial con la posibilidad de escoger a dos candidatos de una sola lista. A partir de este año, y hasta la actualidad, es el voto preferencial el modelo que se ha utilizado para las elecciones congresales peruanas.

De esta forma, en líneas generales, el voto preferencial, conocido también como voto preferente o voto ordinal, es un método de votación que permite al elector escoger por una o varias candidaturas que se encuentran dentro de una lista propuesta por un partido político. Aunque en teoría el voto preferencial presenta ciertos beneficios para la democracia, en los últimos años se han desarrollado ciertas críticas en contra de la aplicación de esta modalidad. En el siguiente apartado, tanto las ventajas como desventajas del voto preferencial serán descritas y analizadas.

El voto preferencial: ventajas y desventajas

El beneficio principal del voto preferencial es que su aplicación produce un vínculo entre la ciudadanía y las y los representantes. Esto se debe a que son los primeros los que deciden su voto por una candidatura específica de la lista presentada y, en consecuencia, la o el postulante debe presentar propuestas y políticas visibles. El voto preferencial genera entonces una relación directa entre quien vota, que debe reconocer a la candidatura como digna de recibir su voto, y el candidato o candidata, que debe esforzarse para recibirlo (Tuesta Soldevilla, 2012).

Asimismo, el voto preferencial permite a las y los votantes premiar o castigar a sus representantes individualmente. Por ello, cada persona que participe en una lista debe destacar sus cualidades personales para maximizar sus posibilidades de ser elegidos o elegidas como representantes (Barberá, 2010). El voto preferencial brinda un mayor poder de decisión a la ciudadanía. Sin embargo, la individualización del voto trae consigo también diversas dificultades.

Y es que, debido a la aplicación de este modelo, existe la posibilidad del surgimiento de liderazgos que no necesariamente cuenten con el aval firme del partido político. Un candidato o candidata, aunque no ocupe los primeros lugares de la lista, puede obtener el apoyo electoral si goza de popularidad o es hábil durante la campaña. Así, el voto preferencial es causa del surgimiento de nuevos líderes y lideresas que no necesariamente pueden estar sujetos a las direcciones de la cúpula partidaria lo que hace que el juego político sea menos jerarquizado y menos vertical (Romero, 2015).

En consecuencia, el voto preferencial elimina a los partidos políticos de la ecuación democrática pues genera que sean las y los candidatos quienes compitan para obtener un mayor número de votos. Esto a su vez produce que cada una de las candidaturas no presenten una campaña homogénea proponiendo planes y objetivos diferentes e incluso contradictorios. Así, esta modalidad de voto produce que las candidaturas se basen en lo mediático, la popularidad de la persona o el dinero que la misma posea para realizar su campaña(Tuesta Soldevilla, 2012). La conformación de listas bajo estos criterios produce desigualdad en la competencia generando personalismo o vínculos clientelistas (Mendoza Rodríguez, 2013; Valdés Escoffery, 2013).

Bajo esta lógica, el voto preferencial afecta de sobremanera al partido político pues la posibilidad de elegir entre las y los candidatos de una lista genera disputas entre internas lo que afecta evidentemente la unidad y disciplina partidaria. Como ya se ha mencionado, el voto preferencial produce que cada una de las candidaturas se centren en impulsar su campaña individual. En consecuencia, existe una necesidad imperante de mantener los aparatos partidarios en funcionamiento permanente y de desarrollar campañas electorales costosas produciendo que los partidos y cada candidato y candidata tengan que recaudar dinero sin indagar de su origen (Zovatto & Aguilar, 2013). De esta forma, y de manera indirecta, el voto preferencial también apertura una ventana de oportunidad para el financiamiento ilegal, el predominio de grupos económicos, el tráfico de influencias y, en el peor de los casos, candidatas o candidatos financiados a través del narcotráfico, lavado de activos y otros delitos.

Como señala Valdés:

Los candidatos no buscan votos para el partido sino para ellos. Las posibilidades de salir electo dependerán de sacar más votos que sus compañeros de lista, y el candidato con más dinero tiene la ventaja, y la competencia se vuelve inequitativa (Valdés Escoffery, 2013).

La modalidad del voto preferencial no solo debilita las direcciones nacionales sino también fractura a los partidos políticos acentuando sus efectos en países con sistemas de partidos endebles (Romero, 2015). En Perú, un ejemplo de país sin partidos constituidos y fuertes, se realzan las tendencias centrífugas diluyendo el vehículo entre las y los congresistas y los partidos políticos. El candidato o candidata siente que ha sido electo o electa gracias a sus méritos y trabajo individual percibiendo que no le debe nada al partido político por lo que la desobediencia hacia la organización es común (Romero, 2015).

De esta manera, el voto preferencial modifica la competencia entre partidos para convertirla en una lucha intrapartidaria. Las y los candidatos de una misma organización se disputan los votos de los simpatizantes del partido. El objetivo no solo es diferenciarse del resto de organizaciones políticas sino también de las y los compañeros que se encuentran en la misma línea (Zovatto & Aguilar, 2013). Las listas cerradas y desbloqueadas generan que cada candidatura se disocie de la otra y a su vez estas deseen ser vinculadas a un tema en específico. Las y los candidatos que aspiran contar con el apoyo de los votos preferenciales buscan conseguir notoriedad para poder ser recordados por la ciudadanía (Romero, 2015). Esta competencia política entre los propios miembros de un partido puede tener también consecuencias negativas a futuro. Y es que, las y los candidatos electos de un partido, una vez iniciado el periodo de gobierno, pueden tener dificultades al ejercer acciones en conjunto debido a pugnas durante la campaña electoral (Zovatto & Aguilar, 2013).

Asimismo, existe evidencia que los primeros puestos de las listas tienen una mayor posibilidad de entrar al Congreso (Tuesta Soldevilla, 2012) a consecuencia del voto preferencial y la preferencia que se tiene al número de orden más cercano al primer lugar. De esta forma, el voto preferencial también afecta al perfil de candidaturas que los partidos políticos buscan puesto que la composición de la lista congresal dependerá si el partido privilegia los ideales partidarios o desea conseguir una mayor cantidad de curules. En el Perú, es este último argumento la principal razón por la cual la política se ha regido con una gran cantidad de candidatos y candidatas con un perfil mediático o que poseen el aparato político o suficiente financiamiento para llevar a cabo sus campañas (Ayala & Mas Castillo, 2017; Barrenechea, 2014).

Incluso logísticamente el voto preferencial genera problemas. Según lo evidenciado por Tuesta (2012),la votación mediante este tipo de sistema se hace más compleja para el elector y el escrutinio de las mesas dura mucho más tiempo. El voto preferencial genera demoras en los resultados electorales por las razones ya mencionadas. Asimismo, la ciudadanía, al tener que elegir por el número del candidato en cuestión puede, por equivocaciones, invalidar su voto. Ejemplo de ello es Panamá que entre 0.3% y 1.2% de actas en los circuitos plurinominales no fueron computadas por muy graves inconsistencias en el llenado (Valdés Escoffery, 2013). En el caso del Perú, entre al 24% y 39% de las actas congresales de imputaciones con voto preferencial han tenido algún tipo de observaciones (Romero, 2015; Tuesta Soldevilla, 2012).

Al realizar una comparación entre el número de los votos nulos en las Elecciones Presidenciales y Congresales entre 1995-2016 es posible comprobar que, en efecto, el voto preferencial produce un aumento en la invalidación del voto. La diferencia entre los votos nulos en las presidenciales y los nulos en congresales es de una ratio en promedio de 1 a 3. Es decir, por cada voto nulo en elecciones presidenciales se registran 3 en las congresales. En las últimas Elecciones Generales celebradas en el 2021, la ratio fue de 2.3.

Fuente: INFOgob – Observatorio para la Gobernabilidad; elaboración propia.

El voto preferencial también termina dañando las acciones afirmativas como la cuota de género. Existe suficiente evidencia para afirmar que, en muchos casos, los sectores a quienes benefician las acciones afirmativas terminan siendo perjudicados con esta modalidad de voto pues sus candidaturas reciben los últimos números de la lista en cuestión. Un análisis de los puestos ocupados por mujeres en las listas presentadas a las tres últimas elecciones parlamentarias en el Perú (2006, 2011 y 2016) evidencia que cerca del 70% de candidatas son ubicadas en los tercios medio e inferiores de la lista y un 41% de estas reciben los últimos números (Jaramillo, 2019)[1].

Fuente: Jaramillo (2019)

El ordenamiento desigual de las listas afecta de manera considerable la presencia femenina en el Congreso pues, como ya se ha mencionado, a mayor es el número menor es la posibilidad de ser elegido. El gráfico 1 muestra, en porcentajes, la ubicación de las candidatas mujeres en las listas congresales. Con esto se prueba no solo que a las candidatas se les otorga los últimos números en las listas sino también que este tipo de estrategias para la exclusión de mujeres en la actividad política se ha mantenido constante.

Conclusiones

Este breve análisis de los efectos del voto preferencial demuestra cómo este modelo debilita la unidad del sistema político, encarece el proceso electoral, genera inequidad en la competencia interna de los partidos políticos, no mejora la representación, añade complejidad a la elección y afecta la aplicación de cuotas de género (Ayala & Mas Castillo, 2017; Barberá, 2010; Tuesta Soldevilla, 2012). Es decir, el voto preferencial posee mayores efectos negativos que positivos.

El único argumento por el que el que esta modalidad debería mantenerse es el vínculo que se genera entre el elector y la candidatura, aunque también este elemento se encuentra cuestionado. La experiencia política en distintos países de América Latina demuestra que el voto preferencial erosiona la disciplina partidaria propiciando divisiones que se trasladan al Congreso. Esto afecta en la construcción de mayorías que tomen acuerdos y decisiones políticas (Zovatto & Aguilar, 2013). Por tanto, la reforma realizada en el 2019-2020 y la transición hacia un sistema de listas cerradas y desbloqueadas para las Elecciones Generales de 2026 fortalecerá en gran medida a los partidos políticos.


[1] Entiéndase por tercio inferior a la tercera parte que representa los últimos números de la lista y por tercio superior a la tercera parte de los primeros números. Datos extraídos de INFOgob – Observatorio para la Gobernabilidad, elaboración propia.


Bibliografía

Ayala, H., & Mas Castillo, L. (2017). Solo el número importa: el lugar del voto preferencial. En F. Tuesta Soldevilla (Ed.), Perú: Elecciones 2016. Un país dividido y un resultado inesperado (pp. 337–360). PUCP.

Barberá, P. (2010). Voting for Parties or for Candidates? The Trade-Off between Party and Personal Representation in Spanish Regional and Local Elections. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 132. www.reis.cis.es/reis/pdf/reis_132_021285919804

Barrenechea, R. (2014). Becas, bases y votos: Alianza para el Progreso y la política subnacional en el Perú. IEP.

Jaramillo, C. (2019). Menos mujeres, menos democracia: la cuota de género en las elecciones peruanas. https://oraculus.mx/2019/01/25/menos-mujeres-menos-democracia-la-cuota-de-genero-en-las-elecciones-peruanas/

Mendoza Rodríguez, F. (2013). Voto preferencial en la República Dominicana. Derecho Electoral, 15, 244–250.

Nohlen, D. (2004). Sistemas electorales y partidos políticos. FCE.

Norris, P. (2011). Cultural explanations of electoral reform: A policy cycle model. West European Politics, 34(3). https://doi.org/10.1080/01402382.2011.555982

Reformas políticas en América Latina. (2020). Sistema Electoral para la Cámara Baja en América Latina y sus reformas. https://reformaspoliticas.org/wp-content/uploads/2020/12/ObservatorioReformas-Sistema-Electoral-para-la-Camara-Baja-en-America-Latina-y-sus-reformas_01012020.pdf

Romero, S. (2015). Perspectiva comparada de la evolución y los efectos del voto preferente en América Latina. En FUSADES (Ed.), El impacto del “voto cruzado” en las elecciones legislativas de marzo 2015. FUSADES.

Schattschneider, E., & López, A. (1964). Régimen de partidos. Tecnos.

Tuesta Soldevilla, F. (2012). Un voto letal: el voto preferencial y los partidos políticos en el Perú. Politai, 4(7), 107–118.

Valdés Escoffery, E. (2013). Experiencia con el voto selectivo o preferencial en la República de Panamá. Derecho Electoral, 15, 226–243.

Zovatto, D., & Aguilar, I. (2013). Algunas consideraciones sobre el uso del voto preferencial y sus efectos en los sistemas democráticos. Derecho Electoral, 15, 210–225.


*Egresado de la especialidad de Ciencia Política y Gobierno de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP)