Bolivia bajo la lupa: ¿Qué hay detrás del crecimiento macro en el gobierno del MAS?

Eugenia Robles Mengoa
21 de octubre de 2014

Estas últimas elecciones presidenciales, y en miras a cursar su tercer mandato, Evo Morales ha ganado con un 61% de los votos  al frente del Movimiento al Socialismo (MAS). Si con esta última cifra usted se sorprendió, déjeme decirle que está entre los pocos. En Bolivia una gran mayoría, sin atreverse a decir toda, ya se esperaba este resultado. La percepción de la población durante toda la campaña electoral no tuvo ni un gramo de incertidumbre. Fue un “juego electoral aburrido” que ofrecía en el panorama a un partido oficialista consolidado y una débil oposición que luchaba por aumentar su presencia en los ya cantados escaños.

Para poder entender cómo es que el MAS ha logrado perpetuarse en el Poder Estatal, en tres ocasiones consecutivas y sin siquiera ir a una segunda vuelta,  podemos señalar algunos datos macroeconómicos. Por ejemplo, podemos referirnos al crecimiento económico que viene en mayor parte gracias a la venta y el alza en el precio de los hidrocarburos (44%) y la minería (20%); a las mega obras que se visibilizan y hacen real la idea de un avance tecnológico (Satélite Tupac Katari, Mi Teleférico). Por otro lado, podemos reseñar los eventos y negociaciones estratégicas (Cumbre G77 + China.) que, por ejemplo, han recibido el apoyo de los empresarios del oriente boliviano, uno de los sectores que menos apoyaba a este gobierno; o los varios bonos de asistencia social que han reducido muchas de las cifras de pobreza que se consideraban alarmantes y que hoy son muestra de orgullo (Bono Materno Infantil Juana Azurduy, Bono Juancito Pinto –Escolaridad-, Bono Renta Dignidad, -Tercera edad). 

Sin embargo, para entender este escenario, debemos observar también el cambio en la conducta de la sociedad frente al sector indígena que antes se encontraba mucho más excluido, sobre todo en la práctica del ejercicio político y la toma de cargos de poder en el sector público. Esta última, percibida como una situación que mucha gente ha mencionado como: el principio del fin en la discriminación étnico-racial, el cambio en la percepción del indígena y la revalorización de las raíces. Si bien se ha logrado un avance en la inclusión y reconocimiento de los derechos indígenas al ser plasmado en la CPE, no ha sido del todo perpetuado en la práctica, al menos no en el caso de los indígenas del oriente boliviano. Quienes como reclaman, no solo no se sienten parte del proceso de cambio, sino que en un gran porcentaje lo rechazan, a raíz de la vulneración y represión violenta sufrida en el trayecto de la marcha pacífica por la defensa del TIPNIS [1].

El crecimiento económico ha logrado que se hagan cosas que ningún otro mandatario en el pasado ha podido hacer, y en tan corto tiempo. Hay que merecerle al MAS la máquina brillante y estratégica que maneja en su poder para poder llevar adelante todo lo que se plantea, desde cualquier punto de vista. Sin embargo, hay cuestiones a un nivel micro que las cifras no muestran, y que son parte de la queja y percepción de la población en el día a día. Bolivia tiene un mercado informal que se ha visto beneficiado de estas medidas económicas y por lo tanto, ha crecido en magnitudes impresionantes. Un ejemplo coherente de ello es la ciudad de El Alto, bastión del voto electoral del presidente que en esta ocasión le entregó el 70% de su preferencia; un sector exento de impuestos que ahora se siente privilegiado de esta liquidez económica, dejando a una clase media como colchón de sustento del despilfarro.

Se habla también de un aumento salarial que aún no logra compensar al incremento en el costo de vida, desatado con fuerza desde el año 2011. Sectores de alta importancia como salud y educación, siguen estando desatendidos, recibiendo un bajo porcentaje del presupuesto nacional (entre 7% y 4% respectivamente). Quedan casi en nulo las fuentes de empleo formal para la juventud [2] y hay poco apoyo en los emprendimientos potenciales que ésta nos ofrece, la mayoría de los jóvenes en Bolivia han optado por el trabajo informal sin garantías, ni beneficios [3]. Deviene con ello el incremento en la inseguridad ciudadana, el crimen, narcotráfico y ahora el alarmante número de desaparecidos y desaparecidas por trata y tráfico de personas [4].

Si es que hay un crecimiento económico, ¿por qué éste no se percibe, ni es absorbido por la población? Algunos mencionan que esta situación es parte de un coste social necesario para poder subir el peldaño y que, por tanto, las inversiones económicas están solamente dirigidas a un nivel macro. Lo cierto es que ya han pasado nueve años y, fuera ésta una estrategia o no, si se va a empezar a invertir en lo micro, es momento de apresurarse, pues es un hecho que la economía boliviana no está diversificada, y teniendo como principal sustento a los hidrocarburos y minerales, se vuelve vulnerable a un mercado externo y una fluctuación de precios que no puede controlar,  y que ya ha dado señales de decrecimiento para un futuro muy próximo.

Otro de los elementos de suma relevancia en esta ecuación son los medios de comunicación. Y es allí donde se ha probado la eficacia del MAS al haberse asegurado de que cada boliviano en cada rincón del país sepa qué es lo que ha estado haciendo el gobierno en beneficio del pueblo. Ha sido quizás el aliado no amistoso más grande que ha tenido. Ningún otro gobierno había invertido tanto en informar a su población sobre los logros de su mandato. Y a pesar de que en muchas ocasiones, los medios catalogados como opositores, han mostrado la otra cara de la moneda, no han tenido la influencia esperada. Y aun así la tuvieran, no hay nada que “el cuarto poder” pueda hacer contra ello, pues tiene encima a un órgano que se ha hecho más fuerte que la opinión pública y que  puede mitigar cualquier tipo de denuncia que se haga al partido oficialista pues en su mayoría, es manejado por miembros del mismo: El Órgano Judicial.

Nombremos sino los indignantes actos proyectados en imágenes que vulneran los derechos humanos y que han quedado impunes hasta la fecha: la represión a los indígenas de la marcha por el TIPNIS en Chaparina, el caso Hotel de las Américas, la violación del asambleísta del MAS a una de las trabajadoras de limpieza en el salón la Asamblea Legislativa de Bolivia, el caso  del empresario Jacob Ostreicher, entre otros. Siguiendo esta línea y recientemente con la resolución 347 del Tribunal Supremo Electoral,  hubo críticas en cuanto a la “mutilación” de la libertad de expresión, ya que dicha norma prohibía la propaganda política que mostrase el rostro o difundiese la voz de los candidatos, hasta 30 días antes de las elecciones. Medida que los partidos de oposición calificaron de injusta al argumentar que hasta ese punto el partido oficialista ya había hecho uso de varios medios de comunicación para difundir su imagen.

Mucha gente en Bolivia habla ya de un cuarto mandato y los nombres del próximo sucesor están aún perfilándose a pesar de que el Presidente ha declarado que aún no existe un candidato definitivo, sino que en su lugar está preparándose la nueva “Generación EVO”. Esta está liderada por 34 jóvenes que creen firmemente en este proceso y defienden las críticas de lo que parece consolidarse como un gobierno hegemónico autoritario, sosteniendo que son “Soldados del comandante Evo en la lucha por la revolución anti-imperialista”.

Hay logros del gobierno del MAS que nadie puede negar. Ha sido el único partido político que ha ganado tres elecciones consecutivas y que ha logrado un real cambio de lógica política y económica en Bolivia. Sin embargo, atribuir solo los números grandes como señal de triunfo es mirar desde la estratósfera. Se debe aterrizar y ser capaces de ver más allá de lo tangible en los sistemas de gobierno. Dejarse guiar por obras y discursos ya no es suficiente. En Bolivia, es necesaria una nueva generación de jóvenes partícipes en política, que observe, comprenda, evalúe y sepa discernir los aciertos y desaciertos.

[1] Territorio Nacional Parque Isiboro Securé.
[2] Según la OIT, un 87,4% de estas fuentes son informales y solo un 12% cuenta con los beneficios de ley.
[3] Frente a este problema el gobierno ha planteado la construcción de una ciudadela científica tecnológica que permita a un porcentaje de jóvenes desarrollar investigación en los ámbitos comprendidos. 
[4] Según la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC), entre las gestiones del 2011 y 2013, los casos de trata y tráfico de personas y delitos conexos se incrementaron en un 40%.

*La Asociación Civil POLITAI agradece a Eugenia Robles (Instituto Agora), por publicar su comentario en este medio. La Asociación no comparte necesariamente las opiniones de la autora.