¿Podrá el Chavismo venezolano sobrevivir sin Chávez?
Maxwell A. Cameron
Venezuela enfrenta múltiples crisis potenciales derivadas de la enfermedad del presidente Hugo Chávez. El futuro de la llamada revolución bolivariana cuelga de un hilo.
En una democracia presidencial con plazos fijos, la Constitución venezolana de 1999 establece que la toma de posesión debe realizarse el 10 de enero. Si Chávez falleciera, su vicepresidente, Nicolás Maduro, asumiría temporalmente la oficina, pero después del 10 de enero, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, debe asumir el liderazgo y convocar a nuevas elecciones dentro de los 30 días.
Siempre y cuando Hugo Chávez tenga una posibilidad de recuperación, su toma de posesión puede tener una prorroga de noventa días. Por otra parte, de acuerdo con la constitución venezolana, si el presidente no puede prestar juramento de su cargo ante la Asamblea Nacional, tiene la posibilidad de hacerlo ante el Tribunal Supremo de Justicia. Por ello, se especuló que jueces del Tribunal Supremo podrían viajar a Cuba para tomar el juramento al presidente Chávez desde su cama de hospital. No hace falta decir que tales escenarios inflaman las objeciones apasionados de la oposición. «¿Es Cuba parte de Venezuela?» preguntan.
Ahora bien, suponiendo que se celebren nuevas elecciones, el movimiento bolivariano que Hugo Chávez ha construido en la última década – una especie de coalición nacionalista-populista, civil-militar, multiclasista, en gran parte dirigido desde arriba, pero que responde en gran medida a una movilización popular amplia y unificada por orientaciones estatistas y de redistribución socialista – se pondría a prueba. De ser el caso, el duelo por la pérdida de Chávez podría beneficiar al candidato final para que lo sustituya (que presumiblemente podría ser el Nicolás Maduro o Diosdado Cabello), así como la muerte de Néstor Kirchner hizo que su viuda, Cristina Fernández, fuese una irresistible candidatura en las elecciones de 2007 en Argentina.
El grupo de oposición a Chávez es díscolo e indisciplinado. Pero también hay distintas facciones dentro del régimen, y podrían partirse si las ambiciones personales triunfan sobre el propósito común. No debe pasar desapercibido que los señores Cabello y Maduro se hayan comprometido a trabajar juntos en su reciente reunión con Chávez en La Habana.
Además, las elecciones podrían convertirse fácilmente en una fuente de conflicto e inestabilidad si cualquier lado decide transgredir las reglas constitucionales. Bajo el gobierno de Chávez, Venezuela ha experimentado una drástica erosión de la separación de poderes, acompañada de una concentración inevitable de poder en el poder ejecutivo. Por ello, la tentación de jugar rápido y libremente con la constitución puede ser muy alta. En estas condiciones, la posibilidad de resolver la lucha por el poder mediante la decisión de los ciudadanos a través de elecciones es sobre todo una especulación.
Sin embargo, la crisis más profunda a la que el chavismo se enfrenta no es gubernamental ni constitucional. A pesar de los cambios introducidos por Hugo Chávez por más de trece años en el poder han sido profundos y en muchos aspectos irreversibles, el personalismo extremo de su gobierno traza la posibilidad de que toda la revolución bolivariana pudiese deshacerse sin la fuerza de su personalidad para constreñir a los seguidores y mantener a los rivales a raya.
Chávez ha construido un formidable aparato de clientelismo y patronazgo político, que implica enormes inversiones sociales de las «misiones» (proyectos sociales para mejorar la alfabetización y la salud, por ejemplo) y los «consejos comunales» (auto-regulan las asociaciones locales). Estos proyectos están diseñados para evitar una burocracia esclerótica, instituciones representativas frágiles – especialmente los partidos políticos – y los gobiernos subnacionales controlados por los opositores. Para mantener este sistema – y evitar que degenere en corrupción desenfrenada o faccionalismo – se requiere disciplina y unidad de propósito en la parte superior, así como constante entusiasmo y movilización desde abajo.
Si la revolución bolivariana y sus fundamentos constitucionales y políticos pueden sobrevivir dependerá de la calidad humana de los políticos que, hasta ahora, han desempeñado papeles secundarios en la obra, y a quienes corresponde la misión de rutinización del carisma de Chávez. También dependerá de si la revolución puede mantener su ímpetu entre las masas en ausencia de su líder providencial. Esto último, sobre todo, decidirá el desenlace de las múltiples crisis del chavismo.
* La Asociación Civil Politai agradece a Maxwell A. Cameron (Director del Centro para el Estudio de las Instituciones Democráticas, Universidad de British Columbia) por publicar su comentario en este medio. El artículo fue publicado originalmente en inglés en The Globe and Mail el 07/01/13. La Asociación no comparte necesariamente las opiniones del autor.del autor.