En el poder y en las sombras: Entendiendo al Egipto Post-Morsi

Henry Ayala 
25 de agosto de 2013.


“Yo no pienso tomar las armas, pero no puedo culpar a quienes lo hagan”, señala Farag -un militante de rango medio de la Hermandad Musulmana- a Ned Parker y David Kenner, investigadores dentro de un Cairo sitiado [1]. Farag describe así, en pocas palabras, la tensión que se vive en Egipto luego de la violenta represión del gobierno golpista a los seguidores de Mohamed Mursi, quien fuera derrocado por las Fuerzas Armadas en julio pasado.

Y es que desde la caída de Hosni Mubarak el 25 de enero de 2011, la tierra de los faraones se ha caracterizado por constantes muestras de protesta sea contra del gobierno de los Hermanos Musulmanes o contra el gobierno golpista, una vez los militares de vuelta en el poder luego del golpe del 3 de Julio. ¿Cómo entender la convulsión social que se vive en Egipto? Un primer paso es comprender a los actores organizados dentro de ella, comenzando por las Fuerzas Armadas y los Hermanos Musulmanes, girando la mirada luego hacia el rol de Estados Unidos y a lo que queda de la alicaída Primavera Árabe.

Generales y hermanos

Cuando el SCAF decidió la fecha de las primeras elecciones presidenciales en Egipto para solo 5 meses de derrocado el régimen de Mubarak, no fue sorpresa que Ahmed Shafik -el candidato de las Fuerzas Armadas- y los Hermanos Musulmanes fueran los únicos con posibilidades de ganar. Sea a la mano derecha del dictador de turno o en las catacumbas de la legalidad, ambos actores –cuyo actual enfrentamiento está dejando centenas de muertos a los pies del Nilo- son vitales para entender el proceso político que se está llevando en Egipto.

Las Fuerzas Armadas han tenido un poder de facto desde Gamal Abdel Nasser y su revolución de 1952. En ella los llamados “Oficiales Libres” tomaron el poder en aras de la industrialización del país y de la nacionalización del icónico Canal de Suez. Hablar de Nasser es hablar de un sentimiento de triunfalismo nacional frente a la amenaza de Israel y Occidente por lo que la figura del militar salvador ha quedado forjada en el imaginario de la población egipcia, sobretodo del mundo rural. Desde ahí el poder se ha mantenido en manos de generales del ejército o de miembros del National Democratic Party (NDP), partido de rasgos corporativista del régimen de Nasser.

Su poderío no solo se muestra en el gobierno: Sus industrias militares ocupan buena parte del Producto Bruto Interno del país, además de que Egipto cuenta con el mayor ejército de África. Inclusive, dicha institución se percibe como una de las pocas formas de movilización social para la población egipcia. La institución armada tiene tal espíritu corporativo que es ella la que se separa del régimen alicaído de Mubarak cuando los niveles de represión podían llegar a manchar la imagen “salvadora” de las Fuerzas Armadas, papel que desempolvaron ante la ineficacia de Mursi por medio del golpe del 3 de Julio.

Si los militares siempre han estado en el poder, los Hermanos Musulmanes siempre han estado en la ilegalidad. Fundado en 1928, la organización se inicia como una red de servicios básicos como alimentación o educación en el Corán en las zonas rurales de Egipto –vale señalar, la mayoría del país es campestre y dedicado a la agricultura de exportación-. Es desde ahí donde comienza a establecer redes entre las familias musulmanas que trascienden generaciones.

Con la prohibición de las organizaciones religiosas por parte del régimen de Nasser, la Hermandad debió adecuar su organización para defender a sus miembros de la encarcelación y el asesinato colectivo. Así, Eric Trager [2] explica cómo el proceso de reclutamiento y selección de miembros de la Hermandad puede durar hasta 15 años con el fin de que solo los comprometidos con la religión y los “correctos de espíritu” puedan ser parte de ella. Las redes de afiliación llegan desde las mejores universidades de Egipto hasta a los niños de las zonas rurales. De este modo, una Hermandad en la sombras se adecúa con el paso del tiempo a identificar infiltrados del gobierno y a organizarse dentro de la clandestinidad en un régimen autoritario. Dichas conexiones explican cómo Mohamed Morsi pudo ganar las elecciones de 2012.

Sin embargo, su gobierno estuvo encadenado desde su concepción por la manzana envenenada de ser el primer gobierno democrático dentro de un contexto de crisis económica y cambio social. Durante el 2012, el turismo –fuente importante de ingresos en el país- se terminó de desplomar, la escasez de alimentos se hacía irreparable y la inseguridad en el interior del país llegó sin que el primerizo gabinete islamista pudiera responder. Escándalos como la búsqueda del nombramiento de sentenciados por terrorismo en el ejecutivo o los polémicos cambios constitucionales de agenda islámica terminaron de minar la popularidad y los anhelos de los jóvenes protestantes de hacía un año en Plaza Tahrir. Tal como señala Mohamed ElBaradei [3], la sharia no se puede comer.

Si bien existía una cooperación entre ambos actores dentro del gobierno en donde Morsi promovía algunos intereses de las Fuerzas Armadas mientras que el ejército daba un rango de movilidad al ejecutivo para actuar con su agenda propia, se produce la ruptura entre ellos con la demanda de dimisión del mandatario por parte de los indignados de Plaza Tahrir, especialmente del National Salvation Front (NSF) que albergaba a varios actores seculares de la débil sociedad civil egipcia.

Fuerzas internas y externas

¿Cuál ha sido la posición de otros actores entre tanta humareda? Estados Unidos, por su parte, desde décadas atrás ha mantenido una relación estrecha con los dictadores egipcios por cuestiones estratégicas. Casi 2 mil millones de dólares eran desembolsados por EEUU para apoyo económico a Egipto. Esto es debido a que dicho estado es clave para mantener el orden en Medio Oriente y la paz con Israel. Inclusive, el secretario de Estado americano John Kerry está contribuyendo a los diálogos de paz entre Palestina e Israel, en donde la posición egipcia es fundamental para consolidar el cese de hostilidades entre ambos bloques.

De esta manera, la Administración Obama tuvo mucho cuidado en llamar “golpe de estado” a la jugada perpetrada por Sisi y compañía al gobierno de Morsi. Esto fue para no verse obligados a alejarse del gobierno egipcio por su misma política de ayuda internacional. Asimismo, la segunda razón de la importancia de Egipto para EEUU es la contención de las amenazas terroristas surgidas del Islam, miedo que se encuentra a flor de piel cuando los Hermanos Musulmanes toman las calles e incendian iglesias coptas.

Por otro lado, en medio de dichos intereses, se encuentran los descabezados partidos laicos y la clase media egipcia traicionada por la victoria de Morsi. Estos grupos fueron los legitimadores del golpe del 3 de julio, en donde incluso el premio nobel egipcio, Mohamed ElBaradei, integró, hasta antes de la masacre de la última semana, el gabinete ejecutivo. No por nada Khaled Dawoud, vocero del NSF, calificó a la entrada de los golpistas como “un reflejo de la voluntad ciudadana de Egipto” [4]. Si bien no es secreta la ayuda occidental en materia de organización y creación de un pensamiento liberal entre dichos partidos, el NSF y los jóvenes egipcios necesitan aprender a forjar instituciones y crear una sociedad civil movilizada para poder entrar a las negociaciones dentro del gobierno. Al vivir tanto tiempo Egipto en dictadura, la inexperiencia y la falta de organización aún es latente en dichos grupos seculares. Ya lo demostraron los Hermanos Musulmanes: No es fácil ser gobierno estando tanto tiempo en la oposición.

Atando cabos

En suma, la situación egipcia viene a ser una pelea entre dos instituciones arraigadas estructuralmente en la sociedad en donde una siempre ha poseído el poder y la otra, a pesar de sus platos rotos en el gobierno, aún posee grandes redes a lo largo de Egipto. El desenlace dependerá mucho de la muñeca política de ambos grupos para controlar a sus propias organizaciones: Del lado de los Hermanos Musulmanes, por ejemplo, el debate entre resistir pacíficamente y tomar las armas es inminente dentro de las altas esferas de deliberación. Volver a dialogar con el NSF podría ser otra arista de repliegue que demuestre un compromiso de la Hermandad por construir democracia y enmendar los errores del gobierno de Morsi.

Las Fuerzas Armadas y el gobierno golpista, por su parte, deben entender a la larga que sin la inclusión de los islamistas en las negociaciones de transición no hay democracia. Parte de que el Ejército no pierda su renovada legitimidad con la población está en que controle la situación sin necesidad de teñir más las calles de rojo. El símil de la cruenta guerra civil de Argelia en el 92 [5] puede tornarse un desincentivo para la enorme represión de las Fuerzas Armadas en las últimas semanas.

La democracia no se completa con elecciones libres: Depende de una serie de instituciones que perduren en el tiempo y que los actores en el poder sepan el límite entre un gobierno tutelado y un gobierno que responde a los problemas de la sociedad. Es por ello que la primavera árabe sigue y seguirá en cambio hasta lograr crear compromisos responsables y madurez política para con el pueblo egipcio. La noche es más larga antes del amanecer.

[1] PARKER, Ned y KENNER, David (2013). Things Falling Apart. Foreign Policy. 16 de Agosto 2013. < http://www.foreignpolicy.com/articles/2013/08/16/things_fall_apart_egypt_muslim_brotherhood_violence?page=full>
[2] TRAGER, Eric (2011).The Unbreakable Muslin Brotherhood. Foreign Affairs  September/October 2011. Pp- 115-123
[3] ELBARADEI, Mohamed (2013).  You can’t eat sharia. Foreign Policy. Julio/Agosto 2013 < http://www.foreignpolicy.com/articles/2013/06/24/you_can_t_eat_sharia>
[4] ALANDETE, David (2013). “No fue un golpe, fue un reflejo de la voluntad ciudadana”. Entrevista a Khaled Dawoud. Diario El País 10 de Julio de 2013. <http://internacional.elpais.com/internacional/2013/07/10/actualidad/1373483117_379187.html>
[5] CEMBRERO, Ignacio (2013). El golpe egipcio trae malos recuerdos de Argelia. Diario El País 4 de Julio de 2013. <http://internacional.elpais.com/internacional/2013/07/04/actualidad/1372945288_412332.html>

*La Asociación Civil POLITAI agradece a Henry Ayala por publicar su comentario en este medio. La Asociación no comparte necesariamente las opiniones del autor.